Autismo: ¿cómo identificarlo?
Los síntomas de este trastorno que afecta a la capacidad de socializar podrían apreciarse en los dos primeros años
La palabra 'autismo' deriva del griego autos, que significa 'uno mismo' y se refiere a un conjunto de trastornos del neurodesarrollo que se manifestaran de forma muy variable a lo largo de la vida. Afectan a la capacidad de socializar y suele alterar la capacidad de comunicar, de imaginar y la reciprocidad en interaccionar.
Se desconocen sus causas y aunque se supone que hay una susceptibilidad genética, al parecer también intervienen factores ambientales.
A veces hay alteración en partes del sistema nervioso: el cerebro es más grande y pesado, las amígdalas y el hipocampo están más llenas de células (neuronas), pero son más pequeñas y tienen fibras mal desarrolladas.
Existen una serie de indicios que padres, pediatras y personal del ámbito educativo deben tener presentes para detectar posibles casos de Trastorno del Espectro Autista (TEA) de forma precoz, ya que cuanto antes se realiza el diagnóstico más pronto se puede intervenir y mejor es la evolución en el niño.
Algunas señales pueden ayudar a detectarlo en los niños, o al menos a activar la alerta para consultar con el pediatra o el personal enfermero para que se realicen las comprobaciones oportunas.
A los 12 meses:
- Ausencia de balbuceo.
- No saludar ni realizar señales.
- No reaccionar a su nombre.
- Cuando quiere algo no hace gestos vocálicos o verbales para pedirlo.
A los 18 meses
- Si no habla.
- No responde a órdenes sencillas como sentarse, ponerse de pie, etc.
- No comparte juegos ni tiene interés por la interacción social.
A los 24 meses
- No dice frases de dos o más palabras.
- Repite continuamente lo que escucha en la tele o a los padres (ecolalia).
- No mira bien a los ojos, es decir, no mantiene bien el contacto visual.
- No juega de forma simbólica (jugar con algo pretendiendo que es otra cosa).
- No utiliza la imitación social (imitando las actividades cotidianas de sus padres).
- No tiene intereses sociales o compartidos (con niños o adultos).
¿Cómo se trata?
Estos procesos no tienen cura, pero les son muy útiles los análisis conductuales aplicados. Hacerlo pronto consigue mejores resultados: que lleguen a leer, escribir, hablar. El psicoanálisis no ayuda. Se ha utilizado la fisioterapia, y en algunos casos se ha probado la zooterapia. Es decir el uso de animales como terapia. Les mejora la relación social, les motiva pero no aporta soluciones mágicas. Se han usado caballos, perros, delfines.
El pronóstico es impredecible. En algunos casos la vida prácticamente se normaliza, en otros mejora en determinadas funciones, pero hay algunos que no llegan a hablar y requieren cuidador toda la vida.
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